Mi viaje por el Bullet Journal — Lo que se cruza en nuestro camino, se convierte en el camino. MARCO AURELIO
Ideas que me marcaron, parte 8
- Que las cosas deben cambiar es una de las pocas verdades universales.
- Saber qué podemos cambiar empieza por definir qué cosas controlamos.
- Este empeño se encuentra en el corazón del estoicismo, una escuela de filosofía antigua que se centraba en descifrar el enigma milenario de cómo vivir una buena vida. Para los estoicos, una parte fundamental de la solución era «conocer la diferencia» entre las cosas que podemos controlar y las que no.
- Según ellos, no podemos controlar el mundo que nos rodea ni la gente que lo habita. Es nuestra fútil resistencia ante esta verdad lo que nos deja frustrados, devastados o totalmente perdidos.
5. Cuanto más intentamos controlar a los demás, más agotadora resulta la vida.
6. Si no podemos controlar el mundo ni la gente que nos rodea, lo único que nos queda es nuestro mundo interior, ¿no? Somos criaturas emocionalmente complejas. No podemos evitar enfadarnos con quienes nos contrarían o sentir tristeza ante una pérdida. Así que no, tampoco tenemos pleno control sobre nosotros mismos. En resumen: no podemos controlar nuestros sentimientos, ni a la gente ni los sucesos externos. Pero hay una cosa que sí podemos controlar, y es muy potente. Podemos controlar cómo respondemos a lo que nos sucede.
7. Tenemos el poder de responder con intención ante los problemas increíblemente creativos a los que nos enfrenta el mundo, la gente o incluso nuestras emociones. Da igual lo que suceda en nuestra vida, da igual lo feas que se pongan las cosas, nunca estamos completamente a merced de nuestra experiencia. Siempre podemos encontrar cierta oportunidad y libertad en cómo decidimos actuar. Así, es nuestra obligación aprovechar al máximo esa libertad.
8. La preocupación sabe cómo secuestrar nuestra atención. Esto es especialmente cierto con las cosas que no podemos controlar a causa de su elevado nivel de incertidumbre. Consumimos una gran cantidad de recursos obsesionándonos con los resultados e imaginando planes de contingencia, pero, en realidad, lo único que hacemos es alimentar nuestra ansiedad. Intentar pensar cómo salir de situaciones que no podemos controlar puede parecernos productivo, pero no es más que una potente distracción.
9. La preocupación nos pone como cebo la promesa de una solución, pero a menudo no ofrece ninguna. Como dijo el Dalai Lama: «Si un problema no tiene solución, no tiene sentido preocuparse. Y si la tiene, preocuparse no ayuda».
10. Me gusta referirme a esta capacidad nuestra de influir sobre el mundo que nos rodea como radiación; literalmente, lo que irradiamos.
La naturaleza de la radiación suele ser un reflejo de lo que sucede por dentro. Por eso, cultivar la autoconsciencia está muy lejos de ser algo egoísta, es de vital importancia. Si no somos conscientes o no queremos responsabilizarnos de nuestras peores cualidades, como la negatividad o la ira, las pasaremos inevitablemente a quienes tengamos cerca. La carga de nuestras palabras y acciones moldea el mundo que nos rodea para alinearlo con nuestro mundo interior. Nuestra falta de entusiasmo en un proyecto agota el entusiasmo de los demás. Nuestro mal humor nos será devuelto en forma de silencio por parte de nuestra pareja durante la cena.
11. Rodéate de personas que quieran lo mejor para ti. Eso no quiere decir que estén siempre de acuerdo contigo o que te apoyen en todo indiscriminadamente. No, encuentra a personas que quieran que triunfes, aunque eso signifique tener conversaciones complicadas, desacuerdos o tener que decirte que estás equivocado y estás siendo poco razonable. Todos necesitamos que nos digan algunas cosas de vez en cuando. Busca a gente que te desafíe a crecer desde el respeto, el aprecio y el cariño mutuos.
12. Sam Cawthorn, fundador de Speakers Tribe, dijo una vez: «Las personas más felices no tienen necesariamente lo mejor de todo, pero lo aprovechan todo al máximo».
Continúa con la parte 9 aquí.
